lunes, 10 de junio de 2013

Olea, el joven prodigio de la astrobiología en el país

Integra grupo de profesionales y del Instituto de Astrobiología de Colombia. Tiene 18 años.


Miguel Ángel Olea es un joven callado y más bien solitario, al que sus compañeros le dicen todo el tiempo que “vive en las nubes”. En realidad, su mundo va más allá del cielo…, está en el espacio.
Este joven de 18 años de grado once es el único colegial del Distrito y el integrante más pequeño del grupo de profesionales y universitarios del Instituto de Astrobiología de Colombia, que el año pasado ganó el segundo lugar en el concurso de la Nasa ‘Lunabotic competición mining’, entre 70 comisiones de diferentes países.
Su proyecto fue un prototipo robótico programado para hacer recorridos lunares. Cuando se le pregunta a Olea en qué consiste el robot, no vacila y con mucha propiedad responde: “Es el modelo de un vehículo que podría extraer regolito de la luna, un mineral que dentro de poco podría reemplazar los combustibles fósiles como el petróleo”.Y es que Olea es el estudiante más destacado del colegio en concesión Colsubsidio San Cayetano, ubicado en el barrio Juan Rey, en Usme, a 3.100 metros de altura en un clima de semipáramo.
Cuando se le busca, siempre está metido en un cuartito, al que el llama ‘la guarida’, entre miles de fichas de Legos didácticos con los que fabrica sus modelos espaciales.
Se la pasa allí, vestido todo de azul con un uniforme en el que resalta la camisa blanca manchada de mora en el cuello y unos zapatos negros pelados. Al preguntarle qué está haciendo, mira escrutadoramente por encima de sus lentes blancos, y dice con sencillez: “Jugando”.

“Es que para mí esto es como un juego”, afirma él, descomplicado. Su viaje por este mundo de circuitos y astronomía comenzó con su profesor de matemáticas, Fernedy Cortés, que descubrió su potencial cuando estaba en grado sexto y lo invitó a participar en varios proyectos científicos.
Su institución había sido campeona del Concurso Distrital de Robótica organizado por la Secretaría de Educación del Distrito (SED), en 2009, y fue allí donde el Instituto de Astrobiología vio el potencial de Olea y lo invitaron a hacer parte de su grupo. El premio que ganó después con ellos fue un viaje a Cabo Cañaveral en la Florida (Estados Unidos), al que Olea no pudo ir porque no le salió a tiempo su visa.
Con todo, lo más particular de Olea no son sus habilidades para la robótica. Hace tres meses vive con una comunidad de frailes mínimos del 20 de Julio. No toma trago ni sale con niñas. “Es que una novia implica mucho tiempo y eso es lo que menos tengo”, ríe de forma pícara este joven prodigio.
Terminó allá por problemas en su casa de los que prefiere no hablar. Su madre vive en Tiguaque, en los barrios altos de Usme con algunos de sus hermanos. Él es el quinto de siete con los que compartía esta casa hasta hace poco, mientras su mamá trabajaba diseñando pijamas. Hoy, este estudiante, que es todo un personaje, no tiene muchos amigos y no se lleva bien con sus compañeros porque según él “hablan de cosas muy triviales”.

Su clase favorita es matemáticas porque, confiesa, “en las demás me distraigo y a educación física, la verdad, nunca voy”.


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